Emisiones de tráfico y salud: tareas pendientes

Por Pablo Ruiz y Marcelo Mena.

Una de las principales preocupaciones actuales de la comunidad científica internacional en temas de salud ambiental es  el impacto en salud de las emisiones del tráfico motorizado. Estudios han evidenciado efectos de aumento de mortalidad total y enfermedades pulmonares y cardiovasculares asociadas a  las cercanías de emisiones de tráfico, ya sea por vivir cerca de estas fuentes (por ejemplo cerca de carreteras) o por pasar parte del día cercano al tráfico (por ejemplo viajes largos en autopistas o calles congestionadas).

Cuando asumimos que estas emisiones de tráfico impactan la salud nos enfrentamos a dos problemas que animan el debate. El primero es que debemos poner más atención a monitorear los contaminantes en las cercanías del tráfico, que es donde la gente puede estar más expuesta. Por ejemplo, casas y departamentos cerca de carreteras, conductores mientras están dentro de vehículos, pasos por túneles, etc. El segundo es cuál es el contaminante a medir. Es en este contexto que aparecen candidatos importantes tales como el carbono elemental (como un componente específico del MP2, 5), óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono y partículas ultrafinas.

            Las partículas ultrafinas son aquellas muy pequeñas, de menos de 0,1 micrómetros (o 100 nanómetros). Son constituyentes del MP2, 5 (partículas menores a 2,5 micrómetros) pero aportan poca masa pero sí mucho número de partículas. Sus fuentes principales son vehículos diesel que las emiten en forma de hollín. Este hollín son “nanoesferas” de un material parecido a grafito, recubiertas por metales y compuestos orgánicos cancerígenos. Al inhalarse llegan fácilmente a los alvéolos. Sus efectos han sido ampliamente demostrados en animales incluyendo efectos cardiopulmonares además de capacidad demostrada trasladarse a la sangre y al cerebro. Con respecto a estudios en humanos, los hallazgos principales  muestras aumento de mortalidad y morbilidad cardiopulmonar, en forma similar a estudios realizados con MP2, 5 pero con efectos frecuentemente más altos.

En términos de regulación tenemos una situación intermedia. En cuanto a normativas específicas se encuentra en implementación una norma de emisión para vehículos diesel (como número de partículas) en la comunidad europea. En términos de normativa ambiental, la OMS en sus guías de calidad de aire del 2005, declara que la evidencia de efectos tóxicos de ultrafinas era extensa usando modelos animales pero que la evidencia en humanos, a la fecha, era insuficiente para alcanzar una conclusión. Por su parte la EPA en su Integrated Science Assesment del 2009 declara la evidencia en humanos como sugerente para efectos pulmonares y cardiovasculares, pero no suficiente para sugerir una normativa. Sin embargo la EPA en una declaración del 2010 se sugiere que sean monitoreadas a nivel nacional en EEUU. De todas formas, la considerable evidencia desde principios de los 90s, y que ha aumentado enormemente en los últimos años, han mostrado efectos en salud humana de estas partículas, sugiriendo un rol causal tal como lo muestran declaraciones de grupos de expertos (Knol, 2010) o artículos de revisión (Ruckerl, 2011). Por esto no sería sorprendente que un futuro cercano nos encontremos con regulaciones ambientales específicas para partículas ultrafinas u otro contaminante como el carbono elemental. Además, veremos la aparición de regulaciones que exijan el cumplimiento de la norma no sólo en los sitios centrales o background sino que también en sitios de alto impacto de tráfico, como viviendas cerca de carreteras, cosa que ya ocurre con normativas como la de óxidos de nitrógeno en EEUU.

En nuestro quehacer como científicos ambientales estamos expuestos a los últimos desarrollos en temas de salud ambiental y nuestro rol es transmitirlo a la sociedad. Muchas veces realizamos acciones, como medir contaminantes en un túnel o cerca de fumadores, que no son estudios en sí sino demostraciones de problemáticas ampliamente estudiadas a nivel internacional y cuya repetición sistemática en Chile no es de gran interés científico. Sin embargo, creemos estar cumpliendo el rol de una universidad que es de visibilizar una problemática que quizás de otra forma sería ignorada.

Creemos que nuestro rol como científicos es adelantarnos a los problemas para enfrentarlos bien y con tiempo. Las autoridades debieran ser abiertas a escuchar a los miembros de la comunidad científica, bastante escasa en estos temas por cierto, para adelantar investigación clave en estos temas y preparar escenarios de respuesta. Pese a que no hayan normativas específicas para ciertos contaminantes, estas se pueden ir estudiando y además se pueden implementar medidas dentro de los planes actuales (por ejemplo de MP2, 5) que se enfoquen en partículas ultrafinas y de esta forma tener co-beneficios. Por último, las empresas pueden ir más allá de cumplir las normas, que es su obligación, y actuar con responsabilidad ante sus usuarios intentando incorporar gestión ambiental más allá de las normas si existe evidencia disponible.