El Consorcio de Universidades de Políticas de Salud y los académicos y académicas que suscribimos esta convocatoria, lo hacemos convencidos de que más que una propuesta en particular de cambio de nuestro sistema de salud, Chile necesita hoy definir un camino para encontrar juntos una salida urgente a todos sus problemas. Así como el acuerdo por la paz y una nueva Constitución requirió hacer presente los puntos que todos los sectores consideraron intransables, también hizo explícito en los que se tuvo que ceder con tal de llegar a un acuerdo que les diera esperanza a los chilenos. Más que nunca, en el marco de la crisis social que enfrentamos, resulta innegable asumir que el sistema de salud chileno requiere un cambio estructural, que lo ponga de frente a las expectativas que hoy exige la ciudadanía tanto en el sector público como en el privado.
Entendemos que el diseño o rediseño de un sistema de salud es un tema de Estado y, una reforma viable sólo será posible mediante un amplio acuerdo nacional y como parte esencial de un nuevo pacto social. En efecto, en el contexto actual intentar llevar adelante una reforma unívoca bajo un determinado modelo predefinido no es a nuestro juicio el camino, sino que creemos firmemente en la búsqueda de acuerdos para lograr configurar un sistema de salud que sea de todos los chilenos. Esta tarea es urgente y la oportunidad es única ya que muchas barreras han caído y se han abierto espacios para lograr estos acuerdos; hoy enfrentamos una crisis social en cuyas causas ya el informe del PNUD del 2017 nos advertía que la principal molestia de la población es la percepción de desigualdad, para un 68% de los chilenos lo que molesta es que “algunas personas accedan a mejor salud que otras”, al mismo tiempo que nos señalaba “que los lugares en que más recurrentemente se reciben malos tratos son el trabajo, la calle y los servicios de salud”.
Compartimos que nuestro sistema de salud es dicotómico y fragmentado, que funciona con dos lógicas, que segrega a la población por riesgo y nivel de ingreso, tiene altos grados de ineficiencia y de insatisfacción usuaria esencialmente por tiempos de espera y el trato recibido en el sistema público y alto costo y discriminaciones en el privado, desajustado de las necesidades sanitarias nacionales y sin particularidad de lo local; con problemas de protección financiera, en particular en los medicamentos, pero lo que es mas grave hoy con falta de legitimidad de su actual institucionalidad. No obstante, no ha sido fácil encontrar un consenso respecto del sistema de salud que queremos. Hoy conviven visiones de quienes piensan que Chile necesita un Sistema Nacional de Salud, otros piensan que la estrategia a seguir es un Sistema de Seguridad Social con posibilidad de Multiseguros o de Seguro Público Único y algunos aún creen en los seguros privados individuales como base del sistema de salud. Asimismo, cuesta encontrar acuerdos sobre las etapas que se deben plantear, los plazos que se deben considerar y sobre los instrumentos que se deben utilizar en una reforma estructural.
Para una primera etapa proponemos que los cambios estructurales se basen en los principios en los cuales hay evidencia de acuerdos, los que están basados en los Marcos Conceptuales de la Seguridad Social de la OIT y de los objetivos y funciones de los Sistemas de Salud de la Organización Mundial de la Salud. Estos inspirarán la conformación de un sistema único de salud que debiera tener como centro a la población y los individuos, evitando todo tipo de capturas de grupos de interés; equitativo, solidario y de calidad, que entregue soluciones y que agregue valor a las personas en todas las dimensiones que a éstas interesan. Este sistema en su primera etapa debiera contar con administradores del financiamiento publico y privados, que promuevan incentivos para generar en los prestadores de salud, las mejores soluciones innovadoras en materia de salud de una población que envejece y con enfermedades crónicas, promoviendo el cuidado de la salud, la prevención de las enfermedades y que incorporen las diversas tecnologías que faciliten el acceso de la población a las estrategias y servicios que el sistema ofrece, con un enfoque descentralizado.
Junto a estas reformas al financiamiento debería desarrollarse un Plan de Salud Universal, pero ya no como un mero listado de prestaciones, sino en base a soluciones a los problemas de salud, desde la prevención hasta la rehabilitación de las personas, capaces de incentivar nuevos modelos de atención en redes, con lógicas de promoción de la salud a través de la autogestión personal y familiar que permitan mejorar las habilidades sociales que protejan la salud de la comunidad y realicen la gestión del riesgo de enfermar, es decir, con derechos y deberes. En esta misma dirección proponemos la incorporación de medicamentos ambulatorios al Plan de Salud Universal, con el fin de disminuir su alto impacto en el gasto de bolsillo, junto con el diseño de una nueva institucionalidad para la evaluación de tecnologías sanitarias (ETESA). Hasta aquí son reformas que “si” tienen consenso en todos los actores, por lo tanto, pueden transformarse en el eje ordenador del nuevo sistema de salud.
Finalmente, y en el marco de una nueva Constitución para Chile, será posible que la ciudadanía mediante la deliberación democrática defina la organización de nuestro sistema de salud capaz de acoger a todos quienes viven en nuestro país, consolidando una estructura y funcionamiento que podrá ser sobre la base de un seguro único de salud, que puede tener o no seguros complementarios de salud regulados y con acceso a prestadores públicos y privados, o un sistema de Multiseguros con lógica de seguridad social. En cualquier escenario de reformas en un corto plazo será necesario relevar un ámbito de transformaciones en que hoy se elude su discusión, nos referimos a reformar el SNSS con sus hospitales y los sistemas de atención: primaria y secundaria (CDT – CRS), pues necesitan una nueva institucionalidad que se haga cargo del mayor financiamiento que necesariamente el país deberá aportar para satisfacer las necesidades de la gente, pero por otro lado deberá hacerse cargo del aumento de las demandas de las personas, si se establece que sea el proveedor fundamental en el nuevo sistema de salud para toda la población Chilena.
Esta es una invitación a poner en el horizonte de mediano y largo plazo todas nuestras convicciones intransables, pero al mismo tiempo a ceder y confiar en que nuestra propia Democracia e institucionalidad resolverán el destino final de nuestro sistema de salud, después de haber implementado previamente reformas que son necesarias y comunes a cualquiera de los dos destinos finales. Solo nos anima el deseo de que nuestro sistema de salud recupere su legitimidad para una sociedad que solo aspira a que se cumpla la promesa de garantizar su derecho a la salud, con una protección integral, oportuna y de calidad y que tenga como principios fundamentales los de la seguridad social: universalidad, integralidad, participación y solidaridad.
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